27 December 2007

Racismo navideño

El día de Nochebuena, reparo en un detalle de la decoración navideña de mi casa que me deja perplejo. Baltasar no es negro.

En mi casa se monta belén. Matizo: como en todas las casas, mi madre monta un belén. Tenemos al niño que acaba de nacer, padre y madre, mula y buey, un angelet y tres reyes magos. Dos blancos... y otro blanco.

No alcanzo a captar el mensaje.

¿Se trata de un sutil e hiper-racista mensaje subliminal materno?

¿Soy acaso poseedor del belén que perteneció a Hitler?

¿Tengo dos Gaspares?

18 December 2007

Charco

Es invierno: llueve. Al llover, se moja el suelo. Al mojarse el suelo, se forman charcos.
Voy camino de la biblioteca, y llueve. No demasiado, pero molesta. Llevo una carpeta en la mano y la mochila al hombro. Voy deprisa, aunque no corro.
Para acercarse al edificio de la biblioteca hay que subir una rampa. Reduzco mi velocidad porque no quiero resbalarme.
Junto a la pared del edificio, hay gente cobijada, fumando. No hacen nada, sólo miran a la gente que se acerca, gente que se está mojando. Ellos no.
Para acceder a la entrada, hay que subir cuatro escaleras. Por motivos que desconozco, estas escaleras requerían ser fabricadas con el material más deslizante que existe sobre la faz de la Tierra.
Subo los cuatro escalones deprisa, sin pensar. Al llegar al cuarto, mi bota izquierda pierde súbitamente la adherencia y resbala. Mi centro de gravedad rota sobre sí mismo y me acerco muy peligrosamente al suelo con un ángulo de caída nada adecuado.
Durante una eterna centésima de segundo, mi vida pasa ante mis ojos.
Caigo: sobre un charco. Chafún.
- Cuidado. - oigo de fondo.
- Demasiado tarde para mí, amigo. - respondo mentalmente.
En milésimas de segundo, me incorporo y me comporto como si nada hubiera sucedido. En estos momentos, es posible que haya sufrido un traumatismo craneoencefálico severo o que tenga las dos piernas rotas, y aun así sea capaz de caminar. Lo prioritario es abandonar la escena del crimen lo más rápido posible, no la salud personal.
Ya en el edificio, entro en el primer cuarto de baño que encuentro y hago análisis de consecuencias (sin EFFECTS):
Daños materiales: carpeta y apuntes completamente empapados, irrecuperables. Mochila sucia y mojada.
Daños corporales: leve contusión en el glúteo. Arañazo en la mano.
Daños morales: incalculables.

14 December 2007

Acojonados

Si hiciéramos una mini-encuesta entre los vecinos del barrio, muchos de ellos nos dirían que una de las cosas más típicas y bonitas de la Navidad es el sorteo de lotería que tradicionalmente se celebra el día 22.
Y una puta mierda.
El día 22 de diciembre de cada año, la gente se despierta acojonada, nunca ilusionada. Al fin y al cabo, todo el mundo sabe que no le va a tocar la lotería, ya que las probabilidades de recibir un premio son más bajas que las de sufrir el impacto de un rayo o una cornada de mamut.
Sin embargo, todos tenemos la sensación de que existe cierto hijodeperra cósmico (diga-li Murphy, diga-li energia) que se encargará de que el Gordo de la Lotería de Navidad caiga justo en el bareto de mala muerte en el que te ofrecieron boletos con un número horrible y que rechazaste alegando que "este año no me gasto ni un puto duro más, joder".
Ahí es donde radica la magia del sorteo de Navidad: nadie compra lotería navideña imaginándose que el premio Gordo le va a tocar a él, ni nadie ve imágenes de sí mismo bañándose en champán del Mercadona a la salida del curro mientras grita oe-oe-oe-oe-oe-oe.
¡No! Lo que sin duda vemos es la imagen de nuestro vecino con un fantástico Mercedes gris platino al lado de nuestro coche quinceañero, la terrible escena de nuestro compañero de clase que practica judo nadando entre monedas al más puro estilo Tío Gilito, el insoportable dolor de escuchar la pregunta del reportero de España Directo: "Ah, ¿pero que usted no compró?"
En fin, amigos, ya es un poco tarde para el boicot, de modo que ese asunto lo dejaremos para el año próximo. De momento, me siento obligado a deciros que, en efecto, tengo lotería para vender. Imaginad por un momento que pocos días después de leer este insignificante post, el premio Gordo de la Lotería cae precisamente en aquel número que decidisteis no comprarme. Acojona, ¿eh?. Pues ya sabes.