11 February 2008

Patito

-Ahí están- dice el agente.

Agazapados en sus tres coches patrulla -sirenas desconectadas, luces apagadas- seis policías observan al trío de delincuentes. En el otro extremo de la calle, dos agentes más, vestidos de paisano, esperan escuchar en sus walkie-talkies la palabra clave -patito- para poder pasar a la acción.

A juzgar por sus apariencias, se trata sin duda de tres ciudadanos altamente conflictivos. Se desconoce su historial policial, pero éste debe estar probablemente poblado por numerosos atracos a mano armada, violaciones, atropellos de ancianas y multas de tráfico.

La abundante cabellera de uno de los sujetos lo convierte en potencialmente peligroso para la seguridad ciudadana, ya que es más que posible que en ella almacene gran cantidad de armas de destrucción masiva, sustancias estupefacientes y alguna que otra familia ecuatoriana ilegal.

Los otros dos individuos no presentan rasgos capilares destacables, pero sus sospechosos jerseys a rayas horizontales indican que probablemente pertenezcan a alguna violenta banda criminal proveniente de Europa del Este, África del Norte o América del Sur.

Además, están bebiendo en la calle. Solo se observa una botella, aunque lo más probable es que almacenen los otros diez litros de ron que quieren ingerir cada uno a pocos metros de donde se encuentran. Se sospecha también que utilizarán las botellas vacías de cristal para lanzarlas contra las ventanas del ayuntamiento, y que vaciarán la coca-cola restante sobre los ojos de algún niño mudo.

- Patito - dice el agente.

Los agentes de paisano se acercan con paso firme al trío de malhechores. Los otros seis policías, cierran la única vía de huída saliendo de sus coches patrulla. Manos sudadas sobre revólveres cargados.

Sorprendentemente, el trío de vándalos juveniles no se resiste a la acción de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado. Entregan dócilmente sus documentos nacionales de indentidad -todos en regla- y deciden no hacer uso de las granadas de mano almacenadas en la cabellera de uno de ellos. Preguntan a cuánto asciende el importe de la sanción y se alejan sonriendo.

- Se habrán dejado las navajas en el zulo- dice el agente.