21 June 2008

16 June 2008

Estómagos

Estudiar en apenas dos días gran cantidad de apuntes relacionados con una asignatura puramente teórica es una actividad altamente nociva para la salud.

El cerebro, rápidamente congestionado por confusos términos como Plan General, Aprovechamiento Tipo o Coeficiente de Escorrentía, tiende a empujar en dirección descendente los conceptos memorizados a partir de la segunda hora.

Esta inesperada fuerza de impulsión, unida a la inoportuna ayuda de la fuerza de la gravedad, provoca que pesadísimas palabras como edificabilidad o reparcelación acaben pegadas a las plantas de nuestros pies.

Oxidadas deficiniones como subbase granular o excedente de aprovechamiento se adhieren sin remedio a nuestras articulaciones impidiéndonos desplazarnos con naturalidad.

Nuestros estómagos, páncreas, hígados, bazos, testículos y riñones, abrumados por la ingente cantidad de incomprensibles términos introducidos en tan corto intervalo de tiempo, olvidan su habitual función vital, situándonos en un delicadísimo estado zombi cercano al coma.

Los pulmones, incapaces de asimilar infumables ráfagas de palabrería inútil relacionada con el Marco Competencial del Urbanismo, funcionan bajo mínimos; mientras que el corazón, desacompasado y aturdido, funciona al lento ritmo marcado por el artículo 31.9 de l'Estatut Valencià.

El día de la prueba, con nuestra masa corporal multiplicada por veintisiete, y un tamaño similar al de un veterano luchador de sumo, tenemos serias dificultades para ocupar nuestro sitio en la tercera fila, a la izquierda.
En apenas dos horas y media, nuestro cuerpo supura, suda, orina, vomita, segrega los conceptos memorizados en las cuarenta y ocho horas previas. Nuestro volumen corporal mengua a un ritmo médicamente inexplicable.

Ya en el exterior, de vuelta a nuestros habituales setenta y un kilos, la rejuvenecida masa cerebral es incapaz de recordar el nombre de la asignatura a la que nos acabamos de presentar.

La boca sonríe.