31 December 2010

Un poco más

Mucho se ha hablado ya en este blog sobre Facebook. Un poco más no hará daño.

Centrémonos hoy en el tema fotos. Evitaré mencionar aquellas sobre las ya se han oído infinidad de chistes al respecto, como esas míticas fotografías tomadas desde perspectivas muy altas por adolescentes exageradamente escotadas.

Un tipo particular de foto que da especial rabia es aquella que se hace con un vaso en la mano, con los morritos a puntito de empezar a beber, usualmente cualquier tipo de bebida alcohólica. Vaso alargado de cubata, jarra de cerveza, copa de champán o exótico mojito son las más habituales. Algún coco del que sobresale una pajita se ha visto también. Chicas suelen ser quienes más gustan de hacerse fotos con esta pose, seamos francos.

¿Por qué se hacen este tipo de fotos? ¿Qué nos intentan transmitir estas jovenzuelas? ¿Que les mola ir de fiesta? ¿Que les gusta beber a sorbitos muy pequeños?

¿Quién propone además tomar esta fotografía? ¿El que bebe o el que mira beber?

-¡Eh! ¡Hazme una foto mientras finjo beber este mojito! - No lo veo claro.

- ¡Eh! ¡Voy a hacerte una foto mientras finges beber ese mojito! ¡Acerca esos morritos, mujer! - Menos claro aún. Que me lo aclaren.

Otro tipo de foto particularmente odiable es la que se hace en una cena con mucha gente. Ese tipo de cenas que se hacen en bares, con todo el mundo sentado en una mesa alargada.

La foto suele tomarla un camarero o alguien poco unido al grupo, desde un extremo de la mesa. Lo que suele ocurrir es que la dos personas más cercanas al improvisado fotógrafo quieren salir a toda costa en la foto, con lo que inclinan su cuerpo hacia detrás. Inmediatamente, las dos personas más cercanas a estas dos personas ya inclinadas inclinan sus cuerpos también, recostándose sobre las terceras personas más cercanas al fotógrafo. El efecto mariposa que se produce a partir de este punto es previsible y de sobra conocido: la totalidad de los comensales inclina su cuerpo hacia detrás, con lo que nos encontramos con una absurda fotografía en la que todos están tirados unos encima de otros como las fichas del Quién es Quién, con el pelo de uno en la boca del otro.

¿Por qué os inclináis hacia detrás, queridos comensales? ¡Con un simple paso atrás del fotógrafo está más que solucionado! ¿Habrá alguna valiente capaz de combinar la foto inclinada con la foto de vaso en morritos? ¡Seguro que sí!

Imprescindible en el hit-parade que hoy confeccionamos es también la clásica foto con recién nacido en brazos. Inexpertas manos suelen agarrar a un amasijo de carne roja horrible envuelta en un pijama. Los comentarios del tipo "¡Guapa la madre y guapa la hija!" no suelen faltar, aunque resulte más que evidente que la adulta no es la verdadera madre y que el bebé es cualquier cosa menos guapo.

Además, ¿todavía hay quien cuelga hoy en día fotos de bebés en Internet así tan alegremente? No es que piense que cualquier fotografía de niño en la Red pueda ser aprovechada para masturbaciones de cientos de pedófilos around the world, pero da cierto mal rollo, ¿no? Igual soy yo, que tengo la mente enferma.

(Por cierto, acabo de descubrir que da muy mal rollo escribir la palabra pedófilo en Internet. Probablemente la Policía Nacional pase a partir de ahora en algún momento por tan inocente blog como este, tras realizar alguna de sus habituales búsquedas automáticas por la Red. Saludos, señor policía, todo en orden por aquí.)

Para concluir, y aunque no tenga nada que ver con el tema hasta ahora tratado, dejadme añadir este último inciso y me callo: ya vale con eso de "próxima parada: xxxxx", ¿no?

¿Es que no hay más formas de decir que te vas Cartagena aparte del ya vistísimo y aborrecido hasta la náusea "próxima parada: Cartagena"?

29 December 2010

Huevos

Aceptaría gustosamente una patada en los huevos diaria a cambio de no recibir jamás ningún otro sms publicitario de Vodafone.


30 November 2010

Efectos

Estoy constipado: tengo mocos, me duele la cabeza y toso. Me compro un medicamento de estos en sobre, con sabor a melocotón: Ratiogrip, polvo para solución oral.

Por curiosidad cojo el papelillo ese que hay dentro de la caja en el que te explican cómo tomarte los polvitos y sus efectos adversos. Son los siguientes:

Somnolencia. Hay quien me dice que siempre tengo sueño, así que este efecto no se percibirá demasiado. Intentaré no manejar maquinaria pesada como grúas o tanques.

Dolor de cabeza. O sea, que el medicamento que me tiene que aliviar el dolor de cabeza, me puede provocar más dolor de cabeza. Tiene lógica, sí, sí, sí.

Dermatitis alérgica. Picores variados. No serán en la cabeza, se entiende.

Orina turbia. Esto empieza a ponerse chungo. ¿Cuándo se considera que la orina es turbia? ¿Cuando es muy amarilla, o ya marrón rojizo? ¿Qué chungo, no?

Ictericia. Esto no sé ni lo que es, pero suena a enfermedad erradicada en el territorio europeo desde el siglo XVI, y por lo visto vuelve.

Alteraciones sanguíneas. No tenemos suficiente con la orina, así que ataquemos también a la sangre, por qué no.

Hipoglucemia. Ataques de hipo (ja ja)

Erupciones cutáneas. Lo que me faltaba, todo el día mocándome y la cara llena de granos.

Aumento de la sensibilidad de la piel al sol. También conocido como el efecto “hijos de Nicole Kidman”, que también estaban siempre constipados.

Aumento de la sudoración. Mocos, granos y sudado. Una gozada pasar el tiempo conmigo, vamos.

Pérdida de apetito. Apetito alimenticio, entiendo.

Mareos. La verdad es que cuando uno está todo mareado se olvida completamente del constipado, ahí sí funciona el Ratiogrip.

Pesadillas. ¿Va en serio, esto?

Excitación. De esto ya tenía, ¿se va a incrementar?

Nerviosismo. Eso lo provoca el papelito este, no el medicamento en sí.

Elevación de la presión arterial. Ya lo empiezo a notar, ya, cabrón.

Sequedad de la boca. Vaya hombre.

Sequedad de la nariz. La nariz, también seca.

Sequedad de la garganta. Todo seco, ha quedado claro.

Visión borrosa. Pérdida de píxels.

Retención urinaria. O sea, que mearé poco, y lo que mee, saldrá turbio.

Estreñimiento. Por ahí, también vamos mal.

Confusión mental. Así, en general.

Euforia. Me guardo un par pal finde, pues.

En fin, que en plan inconsciente ya me he tomado un par de estos sobrecitos y de momento los mocos, dolor de cabeza y tos parece que remiten mínimamente. Solo espero que si estos efectos han de ir haciendo aparición, no lo hagan todos a la vez, porque no consigo imaginarme cómo debe ser que te pongas nervioso porque te dé un mareo mientras meas turbio y dejas todo perdido de pis porque tienes la visión borrosa y no puedes pedir ayuda porque tienes la boca seca, te pica todo el cuerpo y tienes miedo de que en realidad sea una pesadilla en la que vas a morir quemado por el sol y de ictericia.

De momento es casi hora de cenar y no tengo hambre.

15 November 2010

Llueve

La Fórmula Uno es mucho más divertida con una abuela al lado:

- ¡Entra Webber!

- Què dius, que llueve?

06 November 2010

Triángulo

Una confusión de horarios provoca que me encuentre un viernes tarde corriendo hacia una sala de conciertos para ver un espectáculo que empezará en cuestión de minutos, con dos entradas en el bolsillo y un acompañante que evidentemente no llegará a tiempo a la cita.

Siete son las llamadas telefónicas que hago en siete minutos para encontrar un nuevo compañero y siete son los exóticos motivos que recibo para no acudir a un concierto de forma completamente gratuita a mi costa:

Motivo número 1.Estoy en una ferretería”

Es probablemente la mejor razón que existe para no acudir a un concierto, nada que objetar. Cuando uno entra en una ferretería, no le gusta ser molestado.

Motivo número 2. “Estoy preparando una acampada para niños

Los niños molan, vale, hay que hacerles caso, ¿pero no podrían darles por saco hoy un ratito?

Motivo número 3. “Estoy en la universidad

Y son las ocho de la tarde de un viernes. Hay que formarse para levantar el país.

Motivo número 4. “Estoy probándome ropa. En mi casa

¿Puedo ir?

Motivo número 5. "Estoy embarazada de ocho meses"

Lo que me faltaba por oír. La gente con tal de escaquearse, se inventa cualquier cosa.

Motivo número 6. “Estoy manejando un torito cargado con toneladas de naranjas

Seguramente es la segunda mejor razón que existe para no ir a un concierto, después de la de la ferretería. ¿Se puede hablar por el móvil mientras conduces un torito, por cierto?

Motivo número 7. “Estoy con mi novio. Además el grupo no mola nada

Me valía con la primera razón. ¿Hacía falta que me dijera que el grupo es una mierda?

En fin, el desenlace, más que evidente.

18 October 2010

El 99% de la población mundial tiene novia

Según un estudio reciente publicado por el Instituto Nacional de Estadística (INE), 99 de cada 100 habitantes del planeta manifiesta tener novia.

Pese a lo elevado del dato, el gobierno español ha rechazado calificar la cifra como positiva puesto que se pone de relieve que "todavía reside en un nuestra sociedad un 1% de población incapaz de verse incluida dentro de los círculos amatorios habituales, probablemente a causa de la toxicomanía y otras actividades marginales".

Los directores de informativos de la totalidad de cadenas generalistas han respondido a la publicación del estudio emitiendo un alud de breves reportajes en cuyas imágenes se observa a jóvenes retozando alegremente en parques soleados. Aquellos que accedieron a dejar de manosearse durante unos minutos para responder a unas preguntas, aseguraron no recordar un momento de su vida en el que no hubieran tenido novia. Sobre ese 1% residual que aparentemente es incapaz de encontrar pareja estable, la mayor parte de los jóvenes entrevistados ha rehusado opinar, si bien los que lo hicieron fue para recalcar que "si no tienen novia es porque seguramente son gilipollas".

La ONU, por su parte, ha querido resaltar mediante un comunicado la lectura positiva que se extrae del dato, especialmente en relación a aquellos países con menor nivel de desarrollo, ya que "aunque todavía hay hoy en el mundo más de 1.200 millones de personas que pasan hambre, podemos estar tranquilos porque, tan mal, tan mal, no estarán, ya que casi seguro todos ellos tienen novia".

12 October 2010

Guetta

A)

El señor David Guetta aparece en el escenario de esta especie de carpa fiberfib multiplicada por 1.5 a la una y cuarto de la madrugada, aunque las casi quince mil personas que abarrotan la instalación llevan prácticamente una hora coreando su apellido, ante la desesperación del pobre Wally López, que lleva pinchando desde poco más de las once y tiene que apaciguar a las masas anunciando lo evidente: "que sí, tranquilos, que ahora sale David Guetta".


Uno se pregunta si, quien haya sido el encargado de trasladar al dj desde el hotel hasta el recinto de conciertos (espacio Z, o algo así), le habrá colocado previamente una venda en los ojos al Guetta a fin de evitar que huya por patas al descubrir el espantoso entorno que rodea la carpa en cuestión, plagado de grasientas churrerías y chirriantes norias setenteras.


El simpático francés deja claro desde el minuto uno en qué va a consistir el espectáculo programado para la noche de domingo: hits rompepistas con los bajos a tope que hagan saltar y sudar al personal; volumen a toda ostia, por supuesto, a ver si hay suerte y alguien del público no se da cuenta de que las canciones suenan exactamente igual que en el ipod que tiene en casita. Improvisación cero. Getting over es la primera bomba. De un tal Chris Willis, con el que se supone que hace featuring en este tema (qué demonios significará eso de featuring?), no hay noticias. Debe de estar cantando por teléfono, digo yo. Las cutrillas proyecciones en la enorme pantalla imitando los movimientos de un ecualizador prácticamente no dejarán de repetirse durante toda la actuación, así que mejor no esperar sorpresas al respecto.


La cosa sigue así durante un buen rato, con Guetta solito en el escenario y levantando de vez en cuando los brazos para animar a la peña, y un variado surtido de artistas (Akon, Rihanna, Kelly Rowland, etc.) uniéndose a la fiesta cómodamente desde sus casas. Poco después, y sin motivo claro, aparecen dos enormes robots en el escenario cargados con sendas ametralladoras láser que utilizan para cegar a la ya excitadísima audiencia. De fondo suena ahora, por cierto, el Around the world de Daft Punk. Sintomático que el mejor momento de la noche lo protagonizaran los también franceses con una canción del año 97.


Al rubito francés le gusta, de cuando en cuando, calentar el ya de por si asfixiante ambiente con alguna que otra frase mágica del tipo "¡Ahora mismo esta es la mejor fiesta que existe en el mundo!" o "Gente de Zaragoza, sois increíbles". Por supuesto la peña no entiende ni una sola palabra de lo que dice, pero jalea con fervor cada consigna como si fuera el mismísimo Jesucristo el que grita desde el escenario.


Los temas famosos van cayendo cada vez con menos tiempo entre uno y otro porque parece que la gente se aburre y deja de bailar a poco que deje de conocer el estribillo. Inexplicablemente, el espectáculo se prolonga hasta las dos horas y media de duración, con treinta minutos finales más bien coñazo maquinetil y un final de concierto 100% coitus interruptus. Debe ser que el chico ha quedado con una chica que le gusta mucho justo a esa hora y no se acordaba, porque la gente parece coincidir en que se lo ha dejado todo como a medias.


En definitiva, un show de 150 minutos completamente prefabricado, previsible y de creatividad o mérito artístico inferior a cero, que indispensablemente debe ser ingerido con un nivel de alcohol en sangre entre alto y muy-alto, si uno no quiere sentir que forma parte de un enorme rebaño comandado por pastorcillo rubio cuyo único mérito es darle al play y al botón que pone en marcha la irritante sirena de un barco gigante.


B)

El señor David Guetta aparece en el escenario de esta especie de carpa fiberfib multiplicada por 1.5 a la una y cuarto de la madrugada, con una ancha sonrisa en la cara y ganas de que las quince mil personas que tiene delante se olviden del agua que llevan encima y amorticen los cubatas ingeridos en las horas previas.


La larguísima cola que se monta minutos antes en los accesos al recinto favorece que los cacheos por parte de los seguratas se reduzcan al mínimo, permitiendo con gran facilidad la entrada de pequeñas botellitas de plástico rellenas de alcohol, por supuesto in the packet.


El Guetta ha venido generoso y sin voluntad de engañar a nadie. La gente quiere escuchar todos sus hits y él se los va a dar, uno tras otro. Sexy bitch y la antigua The world is mine aparecen prontito ante el delirio de los fans, que en cuanto pueden, corean como locos el apellido de su nuevo ídolo musical.


La sorprendente aparición de dos grandes robotazos armados bailando de la manera que obligan los hachazos del Alive de Daft Punk, no hace más que trasladar al más absoluto éxtasis a la totalidad de los asistentes. La verdad es que es difícil de comprender por qué resulta tan gracioso ver danzar a un par de enormes robots megailuminados, pero el caso es que triunfan tanto que no tienen más remedio que volver a salir un buen rato después, al ritmo de la canción de aquel anuncio de Citroen en el que otro robot se marcaba unos pasos difícilmente imitables por un ser tan limitado como un humano.


El delirio más absoluto se instala definitivamente en la carpa al intuirse los primeros beats de la orgásmica Memories, prolongada de manera genial durante casi diez minutos y perfectamente enlazada con la emocionante Love is gone. La pantalla muestra en este instante un enorme corazón rosado que late al ritmo de las palabras Guetta y Love, metáfora precisa de lo que sucede allí abajo.


La sesión finaliza con una última media hora menos cargada de canciones hiperconocidas pero con ritmos y a un volumen difícilmente no bailable. Los quince mil cuerpos, extenuados por la descarga masiva de adrenalina realizada durante la actuación, regresan a sus hogares ignorando por completo la salida al escenario del último dj de la noche y casi disfrutando de la lluvia que ya empapa sus despeinados flequillos.


En definitiva, un show de 150 minutos completamente apoteósico y cargadísimo de hits insuperables que, le pese a quien le pese, ya se han convertido en himnos generacionales (signifique esto lo que signifique) para los amantes de la música sencilla y divertida. Difícil resultará borrar la sonrisa de esas miles de caras en las próximas semanas, aún a pesar de que el ratio asistentes/taxis sea a la salida del recinto ridículamente cercano a cero.

31 August 2010

Verano sin sexo (Episodio Dos)

Tras dos titubeantes primeros episodios, parece que la serie protagonizada por el bueno de Jim comienza a consolidarse en la cadena de pago, tras alcanzar aceptables niveles de audiencia en los estados de Ohio y Dakota del Sur.

Sin perder un ápice de su natural optimismo, Jim decide proseguir con su respetabilísimo objetivo de conseguir cierto fornicamiento veraniego, acto del que parecen disfrutar el 99,99% de la población mundial excepto él.

Es domingo por la noche y nuestro querido amigo se encuentra en casa hipnotizado por un formidable reality protagonizado por granjeros analfabetos y mujeres de 95 kilogramos. Lo está pasando bien, por qué mentir. No hay nada mucho mejor que hacer en un día como este, de modo que no siente el menor remordimiento al darle un respiro a la parte de su cerebro encargada del tonteo en general. Hay que descansar un poquito, hombre.

Suenan campanitas en el móvil de Jim, mensaje de texto entrante. Las dos únicas personas que copan la bandeja de entrada de su teléfono se encuentran a uno y otro lado del mismo sofá en el que se encuentra él, con lo que únicamente puede tratarse de la compañía telefónica informándole de alguna fraudulenta oferta con millones de llamadas gratuitas.

Jim se equivoca, y mucho. El remitente del mensaje de texto entrante es una chica. No una chica cualquiera, además: bien conocida por la fiel audiencia, se trata de la misma muchacha que empalideció tras recibir un surtido de variados besitos en la mejilla izquierda pocos días antes. Parece haberlo pensado mejor, ajam.

Sin dar crédito a lo que tiene ante sus ojos, nuestro protagonista lee una y otra vez el texto que acaba de recibir: en él, la joven parece ofrecerle un plan para esa misma noche; en su propio piso; invitándole a tomar cervezas frías acompañadas de nuevo por canutos excesivamente cargados; para concluir con una buena película de madrugada: "tenemos muchas para elegir", son sus palabras. "Besos", concluye.

Diecisiete veces lee Jim el sms recibido. Deprisa, despacio, comenzando por el principio, por el final, leyendo solo las palabras pares, buscando códigos misteriosos, claves secretas, identificando matices que puedan llevar al más mínimo equívoco o malinterpretación. Por más que busca, no lo encuentra. No hay nada mínimamente extraño en estas dulces palabras recibidas en una anodina noche de domingo. Un mensaje que incluya las palabras "noche", "casa", "película", "vente" y "besos" solo puede significar una cosa. O muy pocas cosas.

Jim se quita el perenne bañador a rayas y se pone ropa decente. Se peina, se pone colonia, coge un pack de cervezas y otro de condones y arranca el coche a toda prisa.

De camino a su destino la euforia pre-coital invade rápidamente todo su cuerpo, mitigando ligeramente el temor a haber olvidado ya cómo funcionaba todo aquello. Conduce con la ventanilla bajada y la música a todo volumen. Canta abriendo mucho la boca. Si no fuera de noche, se pondría las gafas de sol y entonces el mundo ya sería perfecto.

Aparca y se dirige nervioso al piso en cuestión. La calle está desierta y hace muchísimo calor, es prácticamente insoportable para ser casi medianoche. Con una media sonrisa en la cara, se consuela Jim pensando que probablemente no durará demasiado con la camiseta puesta.

La aspirante a Audrey le espera en el balcón, sonriendo, con un botellín en la mano. "Es el tercer piso", informa. Jim empuja la puerta y sube deprisa por las escaleras.

Como un delicado regalito nocturno, la chica espera a nuestro prota apoyada en el marco de la puerta. Lleva un fino vestidito blanco demasiado sofisticado para ser un pijama y demasiado corto para ser llevado por la calle. Es sencillamente perfecto, élfico, casi irreal.

Después del protocolario beso en la mejilla y abracito cómplice, entran en la vivienda, donde un intenso aroma a incienso complementa a la perfección la estratégica ubicación de unas velas en el suelo del pasillo. Velas. Incienso.

Suena música de fondo. Música tranquila; sensual añadiría alguien que supiera lo que significa exactamente esa palabra. Velas, incienso, vestidito, música. En cuestión de segundos, el vocabulario de Jim se ha reducido únicamente a estas cuatro palabras, que definen con total precisión y sin carencia alguna el mundo que le rodea. Sin que ella se dé cuenta, Jim mira al cielo y dibuja la palabra "gracias" dedicada no sabe muy bien a quién, abrumado por el hecho de que un soporífero domingo termine de esta manera.

Avanzan por el pasillo en dirección al salón. Ella habla, pero Jim no acaba de escuchar ni de entender. Su diccionario básico sigue muy limitado, ampliado únicamente por las palabras "cerveza", "besos", "vente" y "película".

Besos, Cerveza, Incienso, Música, Película, Velas, Vente, Vestidito, en orden alfabético. Para qué más, se dice Jim, seguro de que nunca jamás necesitará ninguna otra palabra. Quizás "fútbol", o "fuet", a lo sumo.

A pocos metros del salón, una nueva palabra se hace hueco en el cerebro de Jim. Tenemos. Primera persona del plural del verbo tener. Tenemos. Palabra incluida en el mensaje recibido escasos minutos antes. No acaba de encajar esta palabra en el nuevo diccionario Jim-Castellano. Un verbo, ahí en medio. Conjugado ya, además. Tenemos, tenemos, tenemos.

- …que estamos aquí – concluye la chica una frase a la que Jim no prestaba atención. La entrada al salón es inminente, cuestión de centésimas de segundo. Estamos, Tenemos, Estamos. Primera persona del plural. Cerveza, Vestidito, Incienso.

Confusión. Jim hace entrada en el salón, alerta.

La oración "tenemos muchas para elegir" cobra pleno sentido en el instante en el que Jim comprueba que hay un tío repantingado en el sofá, en pantalón corto y camiseta interior. El tío se levanta y se dan la mano, recordándose ambos de una fiesta anterior, compañero de piso de la chica, sí, je, veamos una peli los tres en plan colegas, cómo mola.

La chica de blanco sigue sonriendo mientras quita la música y retira el incienso. El inesperado compañero de apartamento, baraja sus múltiples opciones cinematográficas. Intentando disimular su extrema decepción, preguntándose si tanto sobresalto emocional consecutivo ocasionará algún tipo de daño cerebral irreversible, Jim abre una cerveza y sale al balcón, considerando la posibilidad de lanzarse al vacío o darle un mordisco a la vela perfumada que tiene al lado.

Con la vela ya en la boca, masticando, Jim oye dos voces al unísono:

- ¡Que empieza la peli! – gritan la muchacha del vestidito y su simpático compañero de piso, que amablemente le han dejado a Jim un generoso hueco en el tresillo (sofá para tres).

20 August 2010

Verano sin sexo (Episodio Uno)

El protagonista (Jim, recordemos) se encuentra al iniciarse el capítulo de hoy en una situación que podría calificarse de idílica: la playa, desierta, verano, temperatura templada, al anochecer. Cervezas frías y algún canuto. Una chica sentada al lado, sobre una toalla traída por él mismo, que le ríe las gracias. Aunque Jim no conoce la voz real de Audrey Hepburn, piensa que no debe ser muy distinta al sonidito que sale del centro de esos morretes. Asegura que le gustan The XX.

(Mediante un escueto flashback se aclara de qué manera ha podido llegar nuestro protagonista a semejante y erótica situación: conoce a la chica en una fiesta, pocas semanas atrás; hablan; se caen bien; se dan los móviles, además de unos cuantos besos detrás de una palmera de estatura mediana. Esta vez sí que sí, se anima Jim de regreso a casa)

Regresamos a la playa, donde aparentemente todo va sobre ruedas. De manera sorprendente, la conversación ha avanzado a pasos agigantados, pasando de las habituales anécdotas acaecidas en albergues europeos a asuntos de mayor interés personal, inéditos en citas con otras muchachas. Lo están pasando bien.

Sutilmente, Jim inicia un movimiento de acercamiento en dirección a la joven. La velocidad es tan baja que resulta prácticamente imperceptible para el ojo humano si no se utiliza la cámara ultralenta empleada en el Mundial de Suráfrica. Horas después, nuestro querido amigo se encuentra a escasos centímetros de su cuerpo.

Por supuesto, lleva un tiempo considerable valorando cuál puede ser el mejor momento para acercarse a besarla, porque eso ha de ocurrir sí o sí (no?). Ya descartado el momento inicial del encuentro por considerarlo demasiado precipitado, y ya habiendo dejado pasar alguna que otra situación favorable (miradas de nubes, simpático cachete en la mejilla), Jim se encuentra simplemente recreándose en el momento, permitiéndose el lujo de alargar la situación como quien contempla un Sugus sin comérselo después de haberle quitado el papelillo ese transparente. Preliminares are important.

Brillan, bailan y se esconden las estrellas, empujadas por las nubes bajas y el THC. Los silencios no son incómodos y el arrepentimiento por haber acudido a la cita con solo un litro de birra es mínimo. Las posibilidades de éxito son del 110 %. ¿Deberá comenzar a emitirse la serie en horario de madrugada a causa de su erótico contenido?

Jim se anima. No quiere que se le pase el arroz. Si deja pasar un minuto más, quizás sea demasiado tarde, le entre a la chica un poquito de frío, aparezca una manada de mosquitos, etcétera. Es hora de besar.

Se saca de la manga una sentencia mágica, inspiradora, anunciadora del beso que se va a producir pocos instantes después. La frase es recibida con timidez, sonrisa inocente, encogimiento de hombros y dilatación de pupilas. Ha acertado de pleno.

Jim acerca su rostro al de la joven, despacio, con una cómplice media sonrisa que lo dice (prácticamente) todo. Posa sutilmente su mano izquierda sobre su mejilla y besa a la chica cerca del oído, convencido de que tan excitante demostración de capacidades amatorias provocará en ella la irremediable voluntad de lanzarse a mordisquear sus previamente humedecidos labios. A Jim le parece oir vítores similares a los que se escucharon tras el gol de Iniesta, allá a lo lejos.

El primer beso no provoca el efecto deseado. En el rostro de ella se conserva la tímida sonrisa, pero no se ha producido el deseado movimiento de acercamiento labial, probablemente a causa de la sensibilidad extrema con la que se ha producido el mencionado beso, quizás confundido por ella con una agradable brisa marina o el aleteo de algún misterioso animal nocturno playero.

Jim decide insistir con la alternativa mejillil, convencido de que esa es la óptima estrategia a seguir en situaciones que combinan playas, estrellas, nubes y porros. Lanza un segundo beso, a mitad camino de la oreja y sus labios, esta vez sonoro, algo más húmedo que el anterior, incrementando la sensación de cercanía mutua ayudándose de la mano todavía situada en la mejilla contraria. Ahora no puede haber confusión alguna: es un beso y no un bicho.

El segundo beso tampoco provoca el efecto esperado. La mirada de la muchacha sigue siendo en dirección frontal y no hacia los chorreantes morros de Jim; sus cejas se han levantado ligeramente; la timidez que demostraba su sonrisa podría ser interpretada a su vez por el espectador como preocupación o aturdimiento (sonido de risas enlatadas).

Nuestro protagonista, ajeno completamente a la realidad, todavía forzándose a ignorar lo que es más que evidente, recordando la extrema sofisticación demostrada por su joven compañera de toalla minutos antes, regala un beso a la chica en plena nariz hepburniana, tras considerar en décimas de segundo que el exotismo de este cariñoso gesto posiblemente pueda tener más éxito que el clásico besuqueo en la cara a la hora de derribar las elevadas murallas de la indiferencia.

El beso en la nariz (tercero en el cómputo global de la eliminatoria) tampoco provoca el efecto perseguido. Lo que se observa en el rostro de la joven ya no puede considerarse una expresión sino un rictus. La sonrisa prácticamente ha desaparecido por completo y lo que se extrae de su comunicación no verbal es ligera tensión y acorralamiento.

Jim, empezando a ser consciente de la ridícula situación en la que se encuentra, decide darlo el todo por el todo, diciéndose a sí mismo que ya que ha llegado hasta aquí, por qué no dar un pequeño paso más hacia el fracaso, a fin de confirmar lo que a estas alturas ya es más que obvio.

Lanza un cuarto beso, a la desesperada. Se trata del típico beso comisurero que describía Buenafuente cuando todavía era gracioso. Largo, intenso, medido, buscando comisura y reacción inmediata. Es su último cartucho y no piensa renunciar a él, a pesar de lo crítica que ya es la situación en estos momentos.

Como el espectador ya sospecha desde hace tiempo, el cuarto (sí, cuarto) beso en la cara de la chica tampoco provoca el efecto buscado. Los brazos de ella se encuentran completamente rígidos y las manos cerradas, en contacto con el suelo. Su mirada se dirige directamente a la arena y sus carnosos labios han desaparecido para siempre, al contrario que los de Jim, que en estos instantes mantiene la boca semiabierta como un chimpancé, estupefacto ante lo que acaba de suceder.

Conservando esta estúpida expresión en el rostro, escuchando sin entender una sola palabra de la elaborada y convincente explicación que la chica le proporciona, Jim mira a su alrededor, a las olas, la Luna, las nubes y su puta madre. Como es evidente, no comprende que al protagonista de una barata serie de humor surgida en los albores del siglo XXI tienen que ocurrirle situaciones absurdas, rocambolescas aunque parezcan irreales, difíciles de resolver por su compleja y acusada ridiculez.

Jim busca las cámaras, pero no las encuentra. Sobre un primer plano de su aturdido rostro, desfilan con parsimonia los rótulos de crédito.

19 August 2010

Verano sin sexo (Episodio Piloto)

El simpático protagonista de esta nueva sitcom a la española no es tan pringado como el chico morenito de How I met your mother, pero casi. Tiene más de veinticinco (años), prácticamente ha agotado ya todas sus opciones en cuanto a posibles cortes de pelo y, como al 95% de tíos de su generación –solteros o casados-, le apetece conocer a una chica divertida, razonablemente atractiva, y que entienda, al menos, uno de cada diez chistes basados en comedias costumbristas españolas protagonizadas por Alberto San Juan.

Sus amigos son conscientes de esta situación; se preocupan por él, y consecuentemente le llevan a fiestas concurridas, le presentan a chicas con dos brazos y piernas, mienten a la gente en general sobre su portentosa e innata capacidad sexual.
Esta dinámica lleva al protagonista a encontrarse ocasionalmente con inocentonas citas regadas con cerveza barata, que en el mejor de los casos, concluyen con un graciosísimo choque de manos, o dos castos y monjiles besos en la mejilla.

En el episodio piloto, el joven se encuentra en una aburrida discoteca de moda de su localidad de origen, sin bailar, en compañía de un amigo que le iguala el nivel de alcohol en sangre. El objetivo de la noche es claro, concreto: encontrar de forma completamente casual a una chica con la que el protagonista ya ha compartido cervezas, cigarros, películas favoritas y discos de la adolescencia durante, atención, tres citas que, acumuladas, alcanzan la escandalosa cifra de siete horas en total. Una vida en común. (En una de ellas, ojo, consiguió incluso que la moza le rozara por error la rodilla izquierda con una uña). Una vez encontrada y convenientemente saludada, que Barceló haga el resto, memoriza como un mantra el dicharachero prota. Hay que calentar la situación, esa es la clave del asunto.

Tras horas de infructuosa búsqueda acompañada de abundante ingesta, ya más que resignado a la no aparición de la chica en cuestión, inmerso en un acalorado debate sobre la recientemente comunicada convocatoria de la selección nacional para el próximo Mundial de fútbol, ella aparece. Sonríe enseñando solo los dientes de arriba, es guapa casi al nivel de Blanka Vlasic y suele excederse de forma adorable con la cantidad de rímel empleada.
Se acerca. El saludo es tosco, forzado, escandalosamente antinatural. La conversación no avanza, quedándose atascada entre quetales, dondehabéisestados y quemierdademúsicas. Las acompañantes de la muchacha, además, deciden no cooperar: se limitan a observar la escena con sonrisa rancia y mirada de hastío; tantísimos hombretones les han pretendido en las horas previas, fíjate tú.

Derrotado momentáneamente, el joven regresa bajo la protección del comprensivo colega (posible candidato para futura spin-off), quien le consuela con frases del tipo "no ha estado tan mal, hombre", "he visto como la chica se reía un momento" o "por lo menos no se te ha caído el cubata". La situación sigue fría, encallada, aburrida; las siete horas de conocimiento mutuo previo parecen no haber servido para absolutamente nada.

Es este el momento en el que nuestro ya querido personaje televisivo decide provocar un importante cambio de rumbo en la situación, coger el toro por los cuernos, poner toda la carne en el asador. Hay que pillarla desprevenida, concluye. Sorprenderla, fascinarla con un despliegue oratorio sin precedentes. Decirle de una vez por todas todo lo que le gusta de ella, que le apetece besarla, ahora mismo, delante de todo el mundo, sin esperar a que se atreva a tocarle un codo o a que le regale un CD.

Sabe lo que tiene que decirle. Lo ha ensayado un poquito, en casa, delante del espejo del armario. En su mente suena genial, brillante, irresistible, cómico a la par que sensual y conmovedor. No puede fallar.

Veinte minutos después del lamentable saludo, azuzado de manera excesiva por su compañero de vivencias, arranca en dirección a la joven apartando con los dos brazos a todo el que encuentra a su paso.

Desde su privilegiada posición junto a la puerta de salida del local, ella lo ve acercarse a una velocidad excesiva, provocando caídas de cubatas y quemaduras de cigarros; su mirada es una mezcla de aturdimiento y pánico absoluto: está descontrolado.

Al alcanzar su posición, nuestro amigo ha olvidado completamente lo que tiene que decir. La mueca que se observa en su cara podría considerarse casi cualquier cosa excepto sonrisa amistosa. Suda abundantemente, le tiemblan las manos más que a Alfredo di Stefano y tiene un novedoso tic en el párpado izquierdo. Es un demente.

La coge de las manos, sí. Evidentemente, ella está aterrorizada ante lo que se le viene encima. Aprieta los labios y entorna los ojos, procurando que, en caso de repentino desmayo, no le caigan los 72 kilogramos que tiene delante encima.

Nuestro prota abre la boca para decirle "me gustas". No se lo dice una vez, no, sino muchas, muchísimas. Abundantes "me gustas", acompañados también de algún que otro "me molas" y ciertos "me has molao a saco". Es una lástima que no haya un notario cerca, porque probablemente esté batiéndose la plusmarca europea de soltar la expresión "me gustas" en el menor tiempo posible; difícilmente podrían combinarse estas dos palabras de manera más ridícula y aterrorizante en un menor lapso de tiempo.
La chica, aturdida bajo el incontenible caudal de "meses" y "gustases", preocupada por la salud de su interlocutor, quien parece haberse convertido en una versión modernilla de Rocío Dúrcal, por supuesto con la libido por los suelos, es incapaz de articular respuesta, ya que no existe espacio alguno entre el inacabable torrente de declaraciones amorosas que se le viene encima.

- No te preocupes, ya volveremos a quedar – miente ella.

Al borde del colapso mental, con la boca reseca y medio litro más de sangre en la cabeza que en condiciones normales, el joven, al que a partir de ahora llamaremos Jim, sale del local. Dudando entre meterse en un contenedor para pasar el resto de la noche o escabullirse bajo una alcantarilla, Jim murmura para sí mismo:

- Este verano promete.

Próximamente, en la Fox.

25 June 2010

Nervios

Nivel de nervios a 25 de junio de 2010 (en %)





15 June 2010

Condones de sabores

Son las seis de la tarde de un sábado y entro en Caprabo a comprar una serie de ítems que necesito para esa misma noche.

Cojo los Doritos, cojo el pan y cojo la Cola; me llaman por teléfono. No me gusta demasiado hablar por el móvil por la calle, y menos aún dentro de un sitio cerrado, pero contesto. Hablo bajito mientras camino arrastrando el carrito ese naranja con dos ruedas. La conversación es larga, de modo que me recorro los pasillos uno a uno, sin tomar nada de las estanterías.

En un momento dado, me siento vigilado, perseguido. Sin llegar a visualizarla completamente, noto una misteriosa presencia a mi espalda, que camina con sigilo. Me giro de forma disimulada y encuentro una joven y perfumada adolescente a dos metros de distancia, observándome. Sonríe. Da un poco de miedo esta adolescente, ahí plantada al lado de los paquetes de arroz, mirándome sin decir nada, como un personaje descartado de El Resplandor.

Me hago el sueco, como si no hubiera visto nada. Me doy la vuelta y sigo paseando mientras charlo, ya no tan cómodo como hasta hace un minuto. La conversación se prolonga.

Cerca de la sección de cosméticos, mi sentido arácnido vuelve a funcionar: no estás solo, colega, ten cuidado. Varios son los pasos que se oyen esta vez; sonido de tacones y baratas pulseras metálicas. Algo está ocurriendo detrás mío; estoy cagao.

Me giro bruscamente. Tres escotadas adolescentes se paran de repente. Un observador externo diría que jugamos a una nueva y absurda versión del Un, dos, tres, pared. Las jovenzuelas sonríen de forma irresistible. Dos llevan aparato en los dientes. Las tres aspiran a ser la versión castellonenca de Hanna Montana. Mi interlocutor sigue hablando, pero ya no le escucho.

Me pongo nervioso. Hago como que miro los desodorantes, las espumas de afeitar, los champués, las compresas. He perdido completamente los papeles. Noto como el número de adolescentes crece exponencialmente a mi alrededor. Una completa sucursal de Bershka me tiene acorralado muy cerca de los condones de sabores. Help.

Analizo la situación, intentando comprender qué ocurre. Decido observar al enemigo para conocer con exactitud el número de efectivos, y sus armas. Seis adorables lolitas, seis, se me acercan con tétricas sonrisas de zombi en sus caras. Formación en semicírculo, férrea, impenetrable; no hay escapatoria posible. Soy hombre muerto.

Algo portan todas ellas en sus delicadas manitas quinceañeras. Botellas de vidrio con brebajes de exóticos colores en su interior. Comienzo a comprender. No me quieren morder. No quieren destrozarme la ropa, ni arrancarme un brazo, ni venderme unas galletas. Está más que claro: me necesitan para ponerse borrachas un sábado a las seis de la tarde.

Liberado de cierta presión, sopeso la encrucijada en la que me encuentro, sin ni siquiera saber ya quién se encuentra al otro lado del teléfono, que no deja de parlotear. En un momento dado, incluso, la cabecilla de todas estas irresistibles ninfas se acerca con un puñado de arrugados y sudorosos billetes de cinco euros. ¿Lo hago o no lo hago?

Cuelgo y las encaro, nervioso pero decidido. Sonrío. Sonríen más. Avanzo un paso. Ellas avanzan dos. Podría tocarles la nariz a todas ellas si alargara un brazo. Espero un par de segundos más sin decir nada. Las mujercitas se relamen, ya sienten el calor del alcohol barato en sus venas, el sabor de la bilis posterior en sus gargantas. El botellón vespertino es inminente.

Les digo que ya sé lo que quieren, pero que no se lo voy a dar. Me sabe mal, pero no puedo hacerlo, no está bien. Que lo siento, pero que tendrán que buscarse a otro, más valiente, más hijodeperra, quizás. La segunda de ellas al mando argumenta que no tiene sentido que no les ayude, que cualquier otro acabará haciéndolo, tarde o temprano. Que me lo curre. Fuerzan al máximo la sonrisa. Sudan, un poquito. Las adolescentes adorables también sudan, por lo visto.

- Lo siento - insisto antes de darles la espalda, y me dirijo con convicción a comprarme una botella de Cacique (for me).

Ya en la caja, observo cómo las decepcionadas hannas pagan muy a disgusto cantidades ingentes de bollicaos y donetes, acompañados de abundantes fantas y yoplaits de frutas. La peor tarde de sábado desde mi duodécimo cumpleaños, cabrón, me dicen sus ultramaquillados ojos azules.

En casa, fuera de todo peligro, reflexiono. Gracias a mi actuación, he conseguido que seis prometedoras chiquillas de quince años no se emborrachen durante al menos un fin de semana de primavera. Mi aportación positiva a la humanidad es incuestionable en ese sentido. Sin embargo, al mismo tiempo, con mis recientes actos he privado al mundo del júbilo que sin duda provocan un puñadito de alegres adolescentes ciegas como ratas.

¿He hecho bien, Jesucristo? - pregunto mirando al cielo.

11 June 2010

Maradoniana actuación

Cuatro años han pasado ya desde que escribí esto, y aquí estamos ya otra vez, desesperados, prácticamente contando las horas, minutos y segundos, todavía sin haber elegido bar de reunión, con el cuarteto futbolístico convertido a tridente, con el difícil objetivo a cuestas de batir los cuarenta y dos partidos en treinta días; aún sin creernos del todo que a partir de ahora Carrusel será otra cosa distinta en otro sitio distinto. Hoy empieza otro Mundial de fútbol.

Entre medias, en estos más de mil doscientos días sin Mundial, otro buen puñado de recuerdos que sacar a relucir en nuestras ebrias rememoraciones balompédicas, como por ejemplo, la escalofriante retransmisión del gol de Iniesta por Carlos Martínez; o la última gran genialidad de Jose María Gutiérrez; la maradoniana actuación de Andrei Arshavin en el Rusia-Holanda de la Eurocopa; la parada de Iker a Di Natale; el orgásmico final de Liga de 2007, la dolorosísima eliminación del Getafe en la UEFA de 2008; el ya mítico "no hase falta disir nada más" de Schuster; la insuperable celebración de El Hombrecillo Portugués en el Camp Nou; la tremenda exhibición de Chelsea y Liverpool en semifinales de Champions; el vergonzoso teatro de Juande Ramos en el Ruiz de Lopera; el particular bote del balón en el césped mojado del Prater...

¿Y qué otros?

Hay cosas más bonitas que el fútbol, sí.

Esta tarde empieza otro Mundial.





10 June 2010

Causas

Causas de muerte violenta (estadísticas 2010).

05 June 2010

Que no la hay

Es sábado por la tarde. Día estupendo, temperatura estupenda.

Hay buen plan para esta noche. Cena, ronete y Zep. Estoy de buen humor. Me ducho, me peino, me afeito. He tomado el sol en Castalia, dos horitas bien aprovechadas: no hay razón para no triunfar hoy, no la hay.

Cuidadosamente elijo mi ropa: tópica camiseta I Love NY, pantalón corto negro a cuadros recién adquirido -un poco ancho, modernismo al poder- cinturón con estrellas dibujadas, zapatillas verdes con cordones negros compradas en Marruecos. Me miro al espejo antes de salir: estoy buenísimo, me digo. No se me ocurre ninguna razón para no ligar, no señor, ¡no la hay!.

Antes de acudir al lugar de reunión, debo pasar por el videoclub a devolver una parodia de Hitler en DVD que solo me mantuvo cinco minutos despierto. Probablemente las cuatrocientas pesetas peor invertidas del año 2010. De camino a este establecimiento, me cruzo con mi vecina.

- ¿Qué vienes, de hacer un poquito de deporte? - pregunta alegremente, sin saber que sus espontáneas palabras sin duda desencadenarán un drama en mi interior.

- ¡Añakljsdfgñajsd! - respondo yo.

Doy media vuelta, hundido, de mal humor. Los pantalones tienen pinta ya de viejos, la camiseta tiene manchas de sudor, las zapatillas están casi rotas y mi pelo es de pringao. Al fondo hay nubes y huele a mierda de perro.

Ya en casa, lanzo mis mejores galas al suelo, convertidas de por vida en porquería para hacer un poquito de deporte, y enciendo el DVD.

- Si en verdad me interesaba un montón ver esta parodia de Hitler - me digo a mí mismo - No hay razón para devolverla sin haberla terminado de ver. ¡No la hay! - insisto.

26 May 2010

El final de Lost

Atención, hay spoilers.

Imagínate que el fútbol se va a terminar para siempre. Sí, el fútbol, el deporte. Para siempre. No más Agüero, Pirlo, Jose María Gutiérrez o Paco Buyo. El fútbol se acaba, sorry.

No más Castalia, ni más Anfield, ni más Calderón. Fin.

No más "Michel maricón" ni "Tabares proxeneta".

No más Fiebre Maldini, ni Segurola, ni Carrusel (este es otro tema).

¿Cómo te tomarías un partido de fútbol... que supieras que va a ser el último partido que verás en tu vida? El último, sí, The End.

¿Cómo vivirás los últimos córners, saques de puerta, tiros al palo, patadas en la espinilla y balonazos en los huevos?

¿Te importaría que el árbitro le anulara un gol a tu equipo? ¿Que no hubiera prácticamente ocasiones? ¿Te quejarías si el estadio estuviera vacío? ¿Si todo acabara 0-0?

Así viví yo el último episodio de Lost.

Sabiendo que no se resolvería prácticamente ninguna de las incógnitas planteadas (electromagnetismo, iniciativa Dharma).

Asumiendo que no volverían muchos de mis personajes favoritos (Mr Eko & the Bunnymen).

Con otros de mis personajes predilectos convertidos en pringados (Sawyer), en zumbados (Sayid), o ridículamente mangoneados (Ben).

Sin prácticamente emoción (a pesar de peleas con cuchillo en montañas resbaladizas) y excesivo pasteleo (gallina en piel y lagrimilla en ojo con la re-aparición de Juliet).

Pero disfrutando. Disfrutando a saco de cada saque de banda, de cada balón al lateral de la red, de cada fuera de juego y de cada sonido de silbato. ¡Son los últimos!.

El último episodio de Lost fue un 0-0. Un 0-0 trabado, bronco, aburrido, con errores arbitrales, varios expulsados y ocasiones mínimas.

Un 0-0 en la Final de un Mundial, de un puto deporte que nadie volverá a jugar jamás.

24 May 2010

Suadora

El día 12 del próximo mes me presento al examen de la Junta Qualificadora de Coneixements del Valencià, con el objetivo de obtener un documento que certifique que mis conocimientos de dicha lengua tienen el nivel de Mitjà. Me han dicho que todo esto sirve para algo, aunque todavía nadie me ha aclarado para qué.

Ahí va el primer ejercicio que intento, del libro D'ací i d'allà, de la editorial Tabarca (¿Por qué hago publicidad?). El post ha sido publicado antes de consultar las soluciones. Miedo me da.

Esbrineu a quina paraula corresponen les definicions següents:

a) Planta enfiladissa de fulles verdes les branques de la qual se subjecten en els murs.

Mi respuesta: embolicadora. Por lo menos no he puesto enredadora.

b) Recipient per a portar-hi menjar, normalment cuit.

Tupper. Of course, no?

c) Sensació de calor i de fred alhora, amb tremolor.

¡Esgarrifança! Gracias, Xol.

d) Dit d'aquell que fa accions roïnes pròpies de una criatura.

Revoltós. O por lo menos, eso decía mi abuela.

e) Caràcter d'una persona, manera d'èsser i obrar.

Personalitat. Si ni siquiera acierto esta, me tiro por la finestra.

f) Peça de vestir esportiva de mànega llarga, que s'utilitza com a part superior del xandall.

Suadora. Sin complejos.

g) Paret feta de maons posats de cantó.

Mur. Fijo.

h) Allò que es posa en la boca d'algú perquè no puga parlar.

Boçal. Con dos cojones.

i) Establiment vora la mar o vora un riu on es fabriquen i reparen les embarcacions.

Astiller. Esto es un chollo.

j) Suport en forma de pla inclinat que servix per a sostindre papers i llegir-los amb comoditat.

Atril. Y ya está.

18 May 2010

Acertijo

Vibra el móvil el viernes por la tarde. La pantalla del aparato me anuncia que es el Excelentísimo Colegio de Ingenieros Industriales de la Comunidad Valenciana quien llama. A mí. Al móvil. De tú a tú. De Ingeniero a Ingeniero, con mayúsculas. Salgo de clase a gran velocidad, of course.

En los instantes previos a descolgar el aparato, fantaseo con el motivo de la sorprendente llamada. Una oferta de trabajo, para mí, ya, sin haber pedido nada, sin haber redactado el currículum, a currar, David, a currar de Ingeniero, venga. O mejor aún, una consulta, a mí, tienen dudas sobre si contruir un puente con hormigón armado o biomasa, necesitan aclararlo ya, mi opinión de experto es vital, imprescindible, urgente, hay millones de dirhams en juego. O mejor aún...

Lo cojo.

- ¿Davón? - pronuncia amablemente una mujer

- ¿Cómo? - respondo yo

- ¿David? - continúa la misma mujer al otro lado

- ¿Qué? - pregunto yo, sin entender el juego

- ¿Te llamas David o Davón? - insiste la mujer al aparato

Reflexiono un segundo antes de responder a esta enigmática pregunta de carácter ingenieril. ¿Se trata de algún tipo de clave secreta? ¿Por qué no me informaron de ello al firmar todos aquellos papeles? ¿Me llamo David o Davón, a todo esto?

- Me llamo David - es todo lo que alcanzo a responder al inesperado acertijo. Mejor ser sinceros para empezar, pienso. Espero no haber perdido un trabajo por ello, añado.

- De acuerdo, gracias - responde con voz neutra la mujer. Oigo teclear. - Extrañamente aparecías como Davón en nuestra base de datos, y he decidido llamarte para confirmar - continúa ella sin hablarme de usted ni consultarme sobre puentes colgantes - Eso era todo. Saludos del Excelentísimo Colegio de Ingenieros Industriales de la Comunidad Valenciana. Buenas tardes.

Cuelga.

Regreso a mi sitio en clase.

- Debería haber dicho que me llamo Davón, joder - mascullo de camino.

15 April 2010

Precipitadas

Algunas precipitadas conclusiones extraidas de un viaje de cuatro días a Marruecos:

- El desierto es verde, húmedo y fértil.

- Los camellos (animales) no existen: en realidad siempre han sido confundidos por la civilización occidental por asnos de gran tamaño.

- El precio de un Corán equivale al de 7 kebabs. Y viceversa.

- La religión islámica prohibe tajantemente trabajar a los hombres.

- La Revolución Industrial está sobrevalorada.

- Trapichear con hachís en plena calle está penado con 3 meses de prisión por gramo incautado. Por eso, el gobierno marroquí fomenta el comercio de sustancias estupefacientes en automóviles (en marcha).

- La línea discontínua en carretera indica permiso para adelantar. La línea contínua indica obligación de adelantar.

- Una mujer cargando en la espalda 20 kilos de paja contamina 100.000 veces menos que un camión cargando 5 toneladas del mismo material.

- Entrar menos de 6 personas en un taxi es de maricones.

13 April 2010

Regresión Simple

Mediante estudios empíricos se ha demostrado que el coste de un botellín de cerveza varía en función de la distancia del sujeto bebedor al local de adquisición de dicha sustancia.

Se conoce que:

- 33 cl de cerveza fría consumidos a 1 metro de distancia del local tienen un coste neto de 1,40 Euros.

La Policía Local amplía los datos de partida mediante carta certificada:

- 33 cl de cerveza fría consumidos a 20 metros de distancia del local tienen un coste neto de 150 Euros.

Realizando un análisis de regresión simple, se obtiene la ecuación que relaciona el coste de la cerveza y la distancia al local de adquisición:

Coste = -6.52 + 7.83*Distancia

De esta manera, resulta sencillo obtener valiosa información como, por ejemplo, el coste de dicho botellín si el sujeto bebedor se encuentra en lugares tan dispares como Cuenca (1) o Júpiter (2).

(1) Coste botellín = 2.082.773,48 Euros

(2) Coste botellín = 4,62 x 10E12 Euros

Agradecimientos: Statgraphics, Policía Local

16 March 2010

Unas cuantas cosas

Unas cuantas cosas que me gustaría hacer alguna vez:

- Subir el Tourmalet

- Llevar barba

- Acabar una maratón

- Ver mi nombre escrito en la portada de algo con páginas dentro

- Visitar el Machu Pichu

- Ir a Carrusel Deportivo

- Comerme un saltamontes frito

- Llegar a los setenta y cinco kilos

- Bailar esto en directo

- Comprender el argumento de Mulholland Drive

- Enchufar un buzzer-beater

- Sacar punta a un lápiz sin dar una vuelta de más

- Diferenciar un Crianza de un Ribera del Duero

- Meter un gol de chilena

- Salir en el APM?

- Morderle un brazo a Natalia Verbeke

20 February 2010

Furgoneta

Por un motivo más que justificado que no viene al caso, hace pocos días retorné, durante solo unas horas, al Universo Facebook.

Poco han cambiado las cosas en este mundillo durante los últimos doce meses, por lo visto.

Después de:

- traumatizarme con la satisfactoria vida amorosa de mi recientemente engrosada lista de ex-novias,

- comprobar que las cuatro expresiones más empleadas siguen siendo "muak", "te quiero", "muakis" y "esta noche fiestaaaa",

y

- vomitar con joyitas del estilo "9 meses juntos :) :) como pasa el tiempo cielo, aun recuerdo cuando me besaste en la furgoneta de tu padre, te quierooo"

confirmé mis más temidas sospechas: doce meses sin Facebook son doce meses tirados al vertedero.

09 February 2010

Siete

Como algunos ya sabrán, suelo hacer el trayecto Universidad-mi casa en bicicleta.

Por cuestiones que todavía no he alcanzado a comprender, soy incapaz de utilizar una bicicleta a una velocidad normal, no importa que esté subiendo el Tourmalet o bajando el desierto Las Palmas: sólo sé ir a toda ostia.

Hace pocos días, circulaba a tal velocidad por las inmediaciones a la estación de tren de mi ciudad, tras un duro día de trabajo. Hacía frío, el sillín estaba húmedo y sentía el culo peligrosamente mojado: tenía ganas de llegar a casa. Iba a toda ostia al cuadrado.

A unos quince metros de distancia, cruzando la calle que se encontraba a mi izquierda, divisé una forma oscura desplazándose también a gran velocidad, en dirección perpendicular a la mía. Veloces y certeros cálculos mentales me hicieron comprender que había grandes posibilidades de que esa informe figura y yo impactáramos violentamente en unas coordenadas no demasiado lejanas a donde me encontraba en ese instante. Era un gato negro.

Ya sabéis cómo corren los gatos. Los muy hijos de perra no van en línea recta como hacemos el resto de seres vivos del planeta Tierra, sino que prefieren hacer absurdos escorzos y zigzagueos al más puro estilo Leo Messi para marear al personal.

Como era de esperar, medio segundo después de yo haber detectado los bizarros movimientos de este sucio y veloz gataco, mis hipótesis cinemáticas se vieron empíricamente contrastadas: el felino y la rueda delantera de mi bicicleta entraron en contacto.

Dos (en concreto) fueron los testigos del impacto entre mi medioambientalmente respetuoso medio de transporte y el salvaje e inconsciente animal: un ama de casa con enormes bolsas de plástico en las manos, que se encontraba a escasos dos metros del punto de impacto, y un joven árabe que observaba la escena a unos siete metros de distancia, más adelante.

Debo decir en mi defensa que intenté frenar, de verdad que lo hice. Los rudimentarios frenos de mi inocente Bicicas hicieron lo que pudieron. En décimas de segundo, planteé la posibilidad de accionar el ridículo timbre que había junto a mi mano derecha. Si habitualmente tenía escaso efecto sobre ancianos de raza humana, era más probable que tuviera la misma efectividad sobre felinos de edad indeterminada.

Atropellé al gato, literalmente. Con las dos ruedas, primero la de delante y después con la de atrás, como debe ser. El encontronazo con el inesperado badén gatuno me hizo perder momentáneamente el control de mi bicicleta, provocando que tanto mi cuerpo humano como la propia bicicleta se precipitasen a gran velocidad hacia la carretera que décimas de segundos antes había atravesado el causante del incidente.

Gritó el ama de casa al observar la improbable escena. Dejó caer teatralmente una de las bolsas de la compra al suelo y cubrió su boca con la mano derecha, temiendo lo peor.

Metros más adelante, el árabe petrificó as well de pavor, sufriendo por el más que posible fallecimiento de dos inocentes seres vivos ante sus propios y musulmanes ojos.

Con gran dificultad, conseguí mantener en pie la descontrolada bicicleta, sin llegar a caer al suelo ni atravesar la peligrosa carretera llena de coches. Mi ritmo cardíaco ascendió repentinamente a unas ciento ochenta pulsaciones por minuto, y mi temor a ser denunciado de manera fulminante por sociedades protectoras de animales se multiplicó por siete.

Sorprendentemente, los prácticamente ochenta kilos de peso (bicicleta + yo) que atravesaron la espina dorsal del animal no provocaron ningún efecto sobre la velocidad de desplazamiento del mismo: una vez que la rueda trasera de mi Bicicas abandonó su flexible columna vertebral, continuó con su sinuosa y alocada trayectoria en dirección a un descampado cercano, sin decir ni miau.

Todavía sin haberme recuperarme del impacto, con el corazón desbocado y la lengua fuera, miré a mi alrededor esperando palabras de ánimo o tranquilidad por parte de mis heterogéneos testigos.
- ¡Tranquilo! - me dijo la todavía asustada ama de casa - ¡Que al gato no le ha pasado nada, mira como corre!
Incapaz de manifestarle mi indignación por temor a vomitar el esófago en el intento, dirigí mi mirada al joven musulman, esperando que en su milenaria cultura los gatos no fueran un animal sagrado.
- No pasa nada, amigo - me dijo el morete, muy tranquilo - Tienen siete vidas, ya sabes. - Y me guiñó un ojo.
Dejé mi bicicleta a un lado, y me senté en un banco, abatido. ¿Tiene mi vida menos valor que la de un miserable gataco callejero?



15 January 2010

Igual a

Braveheart

+

El Señor de los Anillos

+

los sonidos de Jurassic Park

=

Avatar

12 January 2010

Un día normal

Me levanté a las diez menos cuarto de la mañana, sin resaca, sin sueño.
Desayuné una taza de café con leche frío, dos tostadas con aceite de oliva y sal, en la terraza, leyendo la sección de deportes del periódico de dos días antes.
Me puse el bañador azul oscuro cruzado por rayas verticales de colores, la camiseta amarilla y verde del nuevo ídolo mundial del atletismo y una gorra granate con una estrella dorada dibujada en el centro.
Metí un libro de Javier Cercas en una mochila azul cielo, compré el periódico de ese mismo día -que incluía un suplemento de cine y música- y pedaleé durante veinte minutos hasta un moderno chiringuito de playa.
Allí me esperaba -trabajando- un amigo. Me invitó a un enorme granizado de café con horchata y hablamos de cosas sin importancia mientras de fondo sonaban grandes éxitos de Robbie Williams.
Poco después, me tumbé en una hamaca acolchada, me puse unas gafas de sol y leí durante una hora y media el libro, los suplementos de música y cine, el periódico, mezclándolos caprichosamente sin ningún orden en particular.
Aguantaba minuto a minuto las ganas de meterme en el agua. A mi derecha, una joven sudamericana hacía top-less junto a sus amigos; a mi izquierda, una familia de franceses me preguntaba la hora con un castellano graciosísimo.
Sudaba, hacía calor.
Recordar un día normal de verano, en un día cualquiera de invierno, me produce un dolor casi físico.

01 January 2010

Negocios

A mi derecha: tiene barba, muy mal afeitada, el vello irregular le cubre por completo las mejillas y parte del cuello. El pelo, largo y preocupantemente sucio, tiene el mismo color que su genérica y desgastada chaqueta de chándal con el logo de su segundo grupo de música gótica favorito. En su mano izquierda, un roído bocadillo de jamon de york y queso de untar que asoma desde una deforme bola de papel de aluminio, amenaza con llenar de migas de pan su valiosísimo documento de Química I. Tiene claras dificultades para comunicarse con la chica de reprografía: es como si de su boca únicamente pudieran salir disparados caracteres sms.

A mi izquierda: ellas son guapas, bajitas, hablan a gritos, llevan bufanda, comen chupa-chup, ríen al unísono, todo igualito. Tontean con el hermano o primo o amigo mayor de uno de sus hermanos o amigos o primos de su edad. El peludo de reprografía duda si tirarles el USB prestado a los ojos de las locuaces jovenzuelas.

Les odio. Me hacen perder el tiempo. Solo tengo siete folios y solo quiero una copia. Me hacen sentir mayor.

Entrego mis papeles sin pronunciar palabra: así es como hacemos negocios la gente mayor. Reprografía; papeles; fotocopias. Es fácil.

Durante los cuarenta y cinco segundos de espera, observo con indignación el infantil comportamiento de los muchachos que me rodean. Pringaos a babor y chonis a estribor; qué infierno.

Con mis fotocopias listas en la mano, el empleado de reprografía y yo completamos la transacción, en silencio, sabiendo lo que hacemos, como adultos. Antes de marcharme, quiero agradecerle al hombre un trabajo bien realizado. No me percato de que una enorme esfera de mucosa cuasi-sólida se ha adherido de forma traicionera a la parte interior de mi garganta.

- Gracias - digo en voz alta delante de toda la chavalería con un tono de voz muy similar al que empleo al cantar junto a Dexter Holland en el coche. Mi primito de siete años habría parecido un leñador siberiano a mi lado. Las sonrisas, miradas y cuchicheos no se hacen esperar. Me rindo; nunca dejaré los trece años.