15 January 2010

Igual a

Braveheart

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El Señor de los Anillos

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los sonidos de Jurassic Park

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12 January 2010

Un día normal

Me levanté a las diez menos cuarto de la mañana, sin resaca, sin sueño.
Desayuné una taza de café con leche frío, dos tostadas con aceite de oliva y sal, en la terraza, leyendo la sección de deportes del periódico de dos días antes.
Me puse el bañador azul oscuro cruzado por rayas verticales de colores, la camiseta amarilla y verde del nuevo ídolo mundial del atletismo y una gorra granate con una estrella dorada dibujada en el centro.
Metí un libro de Javier Cercas en una mochila azul cielo, compré el periódico de ese mismo día -que incluía un suplemento de cine y música- y pedaleé durante veinte minutos hasta un moderno chiringuito de playa.
Allí me esperaba -trabajando- un amigo. Me invitó a un enorme granizado de café con horchata y hablamos de cosas sin importancia mientras de fondo sonaban grandes éxitos de Robbie Williams.
Poco después, me tumbé en una hamaca acolchada, me puse unas gafas de sol y leí durante una hora y media el libro, los suplementos de música y cine, el periódico, mezclándolos caprichosamente sin ningún orden en particular.
Aguantaba minuto a minuto las ganas de meterme en el agua. A mi derecha, una joven sudamericana hacía top-less junto a sus amigos; a mi izquierda, una familia de franceses me preguntaba la hora con un castellano graciosísimo.
Sudaba, hacía calor.
Recordar un día normal de verano, en un día cualquiera de invierno, me produce un dolor casi físico.

01 January 2010

Negocios

A mi derecha: tiene barba, muy mal afeitada, el vello irregular le cubre por completo las mejillas y parte del cuello. El pelo, largo y preocupantemente sucio, tiene el mismo color que su genérica y desgastada chaqueta de chándal con el logo de su segundo grupo de música gótica favorito. En su mano izquierda, un roído bocadillo de jamon de york y queso de untar que asoma desde una deforme bola de papel de aluminio, amenaza con llenar de migas de pan su valiosísimo documento de Química I. Tiene claras dificultades para comunicarse con la chica de reprografía: es como si de su boca únicamente pudieran salir disparados caracteres sms.

A mi izquierda: ellas son guapas, bajitas, hablan a gritos, llevan bufanda, comen chupa-chup, ríen al unísono, todo igualito. Tontean con el hermano o primo o amigo mayor de uno de sus hermanos o amigos o primos de su edad. El peludo de reprografía duda si tirarles el USB prestado a los ojos de las locuaces jovenzuelas.

Les odio. Me hacen perder el tiempo. Solo tengo siete folios y solo quiero una copia. Me hacen sentir mayor.

Entrego mis papeles sin pronunciar palabra: así es como hacemos negocios la gente mayor. Reprografía; papeles; fotocopias. Es fácil.

Durante los cuarenta y cinco segundos de espera, observo con indignación el infantil comportamiento de los muchachos que me rodean. Pringaos a babor y chonis a estribor; qué infierno.

Con mis fotocopias listas en la mano, el empleado de reprografía y yo completamos la transacción, en silencio, sabiendo lo que hacemos, como adultos. Antes de marcharme, quiero agradecerle al hombre un trabajo bien realizado. No me percato de que una enorme esfera de mucosa cuasi-sólida se ha adherido de forma traicionera a la parte interior de mi garganta.

- Gracias - digo en voz alta delante de toda la chavalería con un tono de voz muy similar al que empleo al cantar junto a Dexter Holland en el coche. Mi primito de siete años habría parecido un leñador siberiano a mi lado. Las sonrisas, miradas y cuchicheos no se hacen esperar. Me rindo; nunca dejaré los trece años.