18 October 2010

El 99% de la población mundial tiene novia

Según un estudio reciente publicado por el Instituto Nacional de Estadística (INE), 99 de cada 100 habitantes del planeta manifiesta tener novia.

Pese a lo elevado del dato, el gobierno español ha rechazado calificar la cifra como positiva puesto que se pone de relieve que "todavía reside en un nuestra sociedad un 1% de población incapaz de verse incluida dentro de los círculos amatorios habituales, probablemente a causa de la toxicomanía y otras actividades marginales".

Los directores de informativos de la totalidad de cadenas generalistas han respondido a la publicación del estudio emitiendo un alud de breves reportajes en cuyas imágenes se observa a jóvenes retozando alegremente en parques soleados. Aquellos que accedieron a dejar de manosearse durante unos minutos para responder a unas preguntas, aseguraron no recordar un momento de su vida en el que no hubieran tenido novia. Sobre ese 1% residual que aparentemente es incapaz de encontrar pareja estable, la mayor parte de los jóvenes entrevistados ha rehusado opinar, si bien los que lo hicieron fue para recalcar que "si no tienen novia es porque seguramente son gilipollas".

La ONU, por su parte, ha querido resaltar mediante un comunicado la lectura positiva que se extrae del dato, especialmente en relación a aquellos países con menor nivel de desarrollo, ya que "aunque todavía hay hoy en el mundo más de 1.200 millones de personas que pasan hambre, podemos estar tranquilos porque, tan mal, tan mal, no estarán, ya que casi seguro todos ellos tienen novia".

12 October 2010

Guetta

A)

El señor David Guetta aparece en el escenario de esta especie de carpa fiberfib multiplicada por 1.5 a la una y cuarto de la madrugada, aunque las casi quince mil personas que abarrotan la instalación llevan prácticamente una hora coreando su apellido, ante la desesperación del pobre Wally López, que lleva pinchando desde poco más de las once y tiene que apaciguar a las masas anunciando lo evidente: "que sí, tranquilos, que ahora sale David Guetta".


Uno se pregunta si, quien haya sido el encargado de trasladar al dj desde el hotel hasta el recinto de conciertos (espacio Z, o algo así), le habrá colocado previamente una venda en los ojos al Guetta a fin de evitar que huya por patas al descubrir el espantoso entorno que rodea la carpa en cuestión, plagado de grasientas churrerías y chirriantes norias setenteras.


El simpático francés deja claro desde el minuto uno en qué va a consistir el espectáculo programado para la noche de domingo: hits rompepistas con los bajos a tope que hagan saltar y sudar al personal; volumen a toda ostia, por supuesto, a ver si hay suerte y alguien del público no se da cuenta de que las canciones suenan exactamente igual que en el ipod que tiene en casita. Improvisación cero. Getting over es la primera bomba. De un tal Chris Willis, con el que se supone que hace featuring en este tema (qué demonios significará eso de featuring?), no hay noticias. Debe de estar cantando por teléfono, digo yo. Las cutrillas proyecciones en la enorme pantalla imitando los movimientos de un ecualizador prácticamente no dejarán de repetirse durante toda la actuación, así que mejor no esperar sorpresas al respecto.


La cosa sigue así durante un buen rato, con Guetta solito en el escenario y levantando de vez en cuando los brazos para animar a la peña, y un variado surtido de artistas (Akon, Rihanna, Kelly Rowland, etc.) uniéndose a la fiesta cómodamente desde sus casas. Poco después, y sin motivo claro, aparecen dos enormes robots en el escenario cargados con sendas ametralladoras láser que utilizan para cegar a la ya excitadísima audiencia. De fondo suena ahora, por cierto, el Around the world de Daft Punk. Sintomático que el mejor momento de la noche lo protagonizaran los también franceses con una canción del año 97.


Al rubito francés le gusta, de cuando en cuando, calentar el ya de por si asfixiante ambiente con alguna que otra frase mágica del tipo "¡Ahora mismo esta es la mejor fiesta que existe en el mundo!" o "Gente de Zaragoza, sois increíbles". Por supuesto la peña no entiende ni una sola palabra de lo que dice, pero jalea con fervor cada consigna como si fuera el mismísimo Jesucristo el que grita desde el escenario.


Los temas famosos van cayendo cada vez con menos tiempo entre uno y otro porque parece que la gente se aburre y deja de bailar a poco que deje de conocer el estribillo. Inexplicablemente, el espectáculo se prolonga hasta las dos horas y media de duración, con treinta minutos finales más bien coñazo maquinetil y un final de concierto 100% coitus interruptus. Debe ser que el chico ha quedado con una chica que le gusta mucho justo a esa hora y no se acordaba, porque la gente parece coincidir en que se lo ha dejado todo como a medias.


En definitiva, un show de 150 minutos completamente prefabricado, previsible y de creatividad o mérito artístico inferior a cero, que indispensablemente debe ser ingerido con un nivel de alcohol en sangre entre alto y muy-alto, si uno no quiere sentir que forma parte de un enorme rebaño comandado por pastorcillo rubio cuyo único mérito es darle al play y al botón que pone en marcha la irritante sirena de un barco gigante.


B)

El señor David Guetta aparece en el escenario de esta especie de carpa fiberfib multiplicada por 1.5 a la una y cuarto de la madrugada, con una ancha sonrisa en la cara y ganas de que las quince mil personas que tiene delante se olviden del agua que llevan encima y amorticen los cubatas ingeridos en las horas previas.


La larguísima cola que se monta minutos antes en los accesos al recinto favorece que los cacheos por parte de los seguratas se reduzcan al mínimo, permitiendo con gran facilidad la entrada de pequeñas botellitas de plástico rellenas de alcohol, por supuesto in the packet.


El Guetta ha venido generoso y sin voluntad de engañar a nadie. La gente quiere escuchar todos sus hits y él se los va a dar, uno tras otro. Sexy bitch y la antigua The world is mine aparecen prontito ante el delirio de los fans, que en cuanto pueden, corean como locos el apellido de su nuevo ídolo musical.


La sorprendente aparición de dos grandes robotazos armados bailando de la manera que obligan los hachazos del Alive de Daft Punk, no hace más que trasladar al más absoluto éxtasis a la totalidad de los asistentes. La verdad es que es difícil de comprender por qué resulta tan gracioso ver danzar a un par de enormes robots megailuminados, pero el caso es que triunfan tanto que no tienen más remedio que volver a salir un buen rato después, al ritmo de la canción de aquel anuncio de Citroen en el que otro robot se marcaba unos pasos difícilmente imitables por un ser tan limitado como un humano.


El delirio más absoluto se instala definitivamente en la carpa al intuirse los primeros beats de la orgásmica Memories, prolongada de manera genial durante casi diez minutos y perfectamente enlazada con la emocionante Love is gone. La pantalla muestra en este instante un enorme corazón rosado que late al ritmo de las palabras Guetta y Love, metáfora precisa de lo que sucede allí abajo.


La sesión finaliza con una última media hora menos cargada de canciones hiperconocidas pero con ritmos y a un volumen difícilmente no bailable. Los quince mil cuerpos, extenuados por la descarga masiva de adrenalina realizada durante la actuación, regresan a sus hogares ignorando por completo la salida al escenario del último dj de la noche y casi disfrutando de la lluvia que ya empapa sus despeinados flequillos.


En definitiva, un show de 150 minutos completamente apoteósico y cargadísimo de hits insuperables que, le pese a quien le pese, ya se han convertido en himnos generacionales (signifique esto lo que signifique) para los amantes de la música sencilla y divertida. Difícil resultará borrar la sonrisa de esas miles de caras en las próximas semanas, aún a pesar de que el ratio asistentes/taxis sea a la salida del recinto ridículamente cercano a cero.