21 September 2011

Yogures de marca

Hace escasas semanas, regreso del país inventor de la patata frita con la firme intención de abandonar de una vez por todas esa vivienda en la que la ropa se lava y plancha sola, el consumo de luz, agua y gas es gratuito y siempre hay yogures de marca en la nevera: el hogar materno.

No quiero provocar un shock traumático nada más bajar del avión, así que decido esperar a compartir mis viles intenciones unos días más tarde, tras haber disfrutado convenientemente de los agasajos propios de quien regresa de un lugar muy remoto y misterioso.

Durante esos días, mis sufridos padres no solo no se huelen la tostada, sino que además comienzan a poner sobre la mesa toda una serie de planes que me involucran más que nunca en la toma de decisiones que afectan a la vivienda. Ejemplos:

- David, ¿este año nos hacemos de Canal Plus Liga o de Gol TV? – pregunta adorablemente mi padre.

Tras unos segundos de ligera duda, le transmito que, en mi opinión, los mejores profesionales del periodismo deportivo siempre han estado ligados a Canal Plus, y que siguiendo ese razonamiento, le convenía seguir pagando por Canal Plus Liga. Pero que vamos, que si le apetecía cambiarse de acera, por mi que no lo hiciera…

Ni una sospecha.

- David, la funda nórdica esa que has estado usando en Bélgica la podríamos poner ahora en tu habitación, ¿no crees? – pregunta horas más tarde inocentemente mi madre.

Aguantándome un poquito la risa y también un poquito la lágrima, le digo que sí, que por qué no, que adelante, que me parece estupendo. Pero que no la cambie todavía, que igual la funda nórdica esa puede ir en otro sitio, que ya veremos…

Nada. Ni un atisbo de duda por su parte.

Etcétera.

Tras una interesante serie de conversaciones similares a las descritas, la situación se vuelve insostenible. Hay que realizar el anuncio lo más pronto posible, o voy a comenzar a acostumbrarme de nuevo a que la comida se haga sola y a que el wc esté siempre limpio: no me iré jamás.

Lo suelto una tarde en la playa, de sopetón.

- Este año estaba pensando en buscarme una habitación en un piso compartido – espeto.

Como era de esperar, la reacción de mis padres es dramática, casi trágica. Mi madre se queda absolutamente paralizada tras las gafas de sol: cierra la boca apretando mucho los labios y agarra con sus manos el reposabrazos de la hamaca como si se encontrara en un transbordador espacial a punto de despegar. No entiende nada.

Por su parte, mi padre reproduce músculo por músculo exactamente la misma cara que pone cuando el Barça mete un gol en el descuento: malas noticias que llegan de forma inesperada.

Durante unos interminables quince segundos, solo se oyen las olas, ruido de paletas de playa y los gritos de los maquinetos de al lado.

- ¿Reacciones? – me atrevo a articular.

Resulta curioso que uno siempre se cree a salvo del tópico y el lugar común. Que cuando se le presenten en la vida aquellas situaciones por las que cualquier ser humano del mundo occidental debe pasar, él mismo y las personas que le rodean reaccionaran de forma completamente distinta y original a como ya reaccionaron millones de personas antes que él.

Mentira. Durante los siguientes veinte minutos se escuchan en la conversación que tengo con mis padres, uno detrás de otro, absolutamente todos los tópicos que pueden esperarse de una charla en la que el hijo anuncia que decide abandonar –aunque sea temporalmente- el nido familiar (ja ja, ha dicho "nido familiar"!).

1. ¿Pero que en casa no estás bien?

2. ¡Ahora tendremos que adoptar a un niño chino!

3. ¿Prefieres vivir con unos extraños?

4. ¡Pero si en casa nunca tienes que dar explicaciones de nada!

5. Es ley de vida…

6. ¡Si fuera porque te vas a vivir con una chica lo entendería!

7. Si ya te veíamos poco…

8. ¿Y te harás tú la comida todos los días?

9. ¡Te va a costar un dineral!

10. Etcétera.

En fin. Tras hacerles comprender que no se trata de nada personal, que en casa estoy muy bien, que tengo veintisiete años y medio, que sé cocinar cuatro o cinco cosas, que no voy a desaparecer, que si me tengo que esperar a encontrar novia para irme de casa probablemente no me vaya nunca, que no hace falta que adopten a ningún oriental y que tengo la intención de seguir viendo el fútbol en casa hasta que me muera, parecen empezar a entender algo. Parecen empezar.

Llega la china y tenemos que aparcar la conversación. Probablemente se retome cuatro o cinco días más adelante y se vuelvan a repetir las mismas frases pero en distinto orden. Lo haré con gusto.

Siento que me he quitado un pequeño peso de encima. Todavía no les digo que ya he empezado a mirar habitaciones: mejor soltar solo una bomba por día.

Me recuesto en la toalla y miro hacia el mar. Creo que mi madre me mira de reojo. Se me emborrona un poquito la vista. Trago saliva rápido. Toso. Me aclaro la garganta. Me froto el ojo con el dedo. Respiro hondo. Actitud normal.

02 September 2011

Manual de supervivencia

Llega septiembre y con él la habitual desmesurada oferta futbolística en televisión. Súbitamente, el 90% de las conversaciones a nuestro alrededor giran en torno a esta apasionante temática. Para aquellos no creyentes en la religión mayoritaria del siglo veintiuno, se inicia un calvario que los mantiene durante nueve meses socialmente marginados y apartados de cualquier conversación.

Hasta hoy. Mediante el siguiente manual de supervivencia, se dan una serie de instrucciones básicas que permitirán a los no-futboleros sobrevivir sin problemas a la temporada balompédica, aparentando conocer a la perfección los entresijos del mencionado deporte.

El manual es ampliable y, por supuesto, se aceptan sugerencias de aquellos lectores más experimentados.

1. Cuando un jugador maneja el balón, dale desde tu casa instrucciones mediante expresiones únicamente aplicables en el ámbito futbolístico, como "cambia el juego", "abre a banda", "triangula" o "sácala fácil".

2. Si observas que un jugador realiza ejercicios de calentamiento en la banda, intenta siempre adivinar quién será el jugador sustituido.

3. No emplees jamás términos genéricos como "defensa", "centrocampista" o "delantero" para referirte a las posiciones de los jugadores; utiliza siempre demarcaciones más específicas como "medio centro defensivo", "volante derecho", "media punta" o "extremo izquierda".

4. Refiérete siempre a los futbolistas por su nombre de pila ("Abre a banda, Ricardo" siempre es preferible a "Pásala allí, Kaká").

5. Utiliza a jugadores de medio pelo de hace quince años para ningunear a las grandes estrellas de hoy en día ("Milinko Pantic tiraba las faltas al borde del área mucho mejor que Cristiano Ronaldo").

6. Evita a toda costa vergonzosas definiciones de estilos de juego inventadas por periodistas mediocres como "tiki-taka" o "patapúm parriba".

7. Asegura, sin necesidad de aportar ningún argumento, que los países dominadores del fútbol mundial dentro de dos décadas serán Estados Unidos y Corea del Sur.

8. Para resumir las cualidades de un gran futbolista, emplea siempre la frase "Tiene mucha…" seguida de los términos "clase" o "técnica" o "talento" o "calidad". Ninguno de ellos significa nada en absoluto, con lo que resultan perfectamente intercambiables.