Tras dos días repletos de nostálgicos análisis televisivos, tomo el tren de vuelta a mi ciudad natal. Me siento, junto a la ventana, en el asiento 7C del quinto vagón.
Instantes después, llega la que será mi compañera de asiento durante las próximas tres horas. Tiene el pelo teñido de rubio, mofletes anchos y caderas generosas. Sonríe: aparenta ser simpática y tener ganas de conversación. Al sentarse, desprende un aroma mezcla de chicle de menta y perfume del Zara. Me gustan las chicas que huelen a chucherías. Me dispongo para -quizás- mantener una fascinante conversación con una desconocida catalana.
Antes de arrancar, a la chica con olor a golosinas le suena el móvil.
- Sí, ya estoy en el tren. -Pausa- Sí. -Pausa- No, no me ha tocado ningún moro al lado, que si no, me bajo.
Genial. Estoy deseando empezar a enamorarme de ella.
3 comments:
Menos mal que esa frase no ha seguido de un.
...pero tengo a un iraqui que no para de sonreir.
...pero tengo a un tipet a mi lado que en cuanto me he sentado a empezado a olerme detras de las orejas.
q fuerte!!!!!!
jajajajja
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