Vibra el móvil el viernes por la tarde. La pantalla del aparato me anuncia que es el Excelentísimo Colegio de Ingenieros Industriales de la Comunidad Valenciana quien llama. A mí. Al móvil. De tú a tú. De Ingeniero a Ingeniero, con mayúsculas. Salgo de clase a gran velocidad, of course.
En los instantes previos a descolgar el aparato, fantaseo con el motivo de la sorprendente llamada. Una oferta de trabajo, para mí, ya, sin haber pedido nada, sin haber redactado el currículum, a currar, David, a currar de Ingeniero, venga. O mejor aún, una consulta, a mí, tienen dudas sobre si contruir un puente con hormigón armado o biomasa, necesitan aclararlo ya, mi opinión de experto es vital, imprescindible, urgente, hay millones de dirhams en juego. O mejor aún...
Lo cojo.
- ¿Davón? - pronuncia amablemente una mujer
- ¿Cómo? - respondo yo
- ¿David? - continúa la misma mujer al otro lado
- ¿Qué? - pregunto yo, sin entender el juego
- ¿Te llamas David o Davón? - insiste la mujer al aparato
Reflexiono un segundo antes de responder a esta enigmática pregunta de carácter ingenieril. ¿Se trata de algún tipo de clave secreta? ¿Por qué no me informaron de ello al firmar todos aquellos papeles? ¿Me llamo David o Davón, a todo esto?
- Me llamo David - es todo lo que alcanzo a responder al inesperado acertijo. Mejor ser sinceros para empezar, pienso. Espero no haber perdido un trabajo por ello, añado.
- De acuerdo, gracias - responde con voz neutra la mujer. Oigo teclear. - Extrañamente aparecías como Davón en nuestra base de datos, y he decidido llamarte para confirmar - continúa ella sin hablarme de usted ni consultarme sobre puentes colgantes - Eso era todo. Saludos del Excelentísimo Colegio de Ingenieros Industriales de la Comunidad Valenciana. Buenas tardes.
Cuelga.
Regreso a mi sitio en clase.
- Debería haber dicho que me llamo Davón, joder - mascullo de camino.
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