15 July 2007

Cortado

Mi relación con el universo de las peluquerías se complica por momentos.

http://politonodragostea.blogspot.com/2007/03/juguete.html

Todavía no me he recuperado de la traumática experiencia vivida en el mes de Marzo, y ahora me encuentro con lo siguiente:

La peluquería elegida para mi nuevo cambio de look es, con diferencia, la más fashion de todas las que he visitado. Para entrar, puerta automática que yo, totalmente inexperto en estos ambientes tan selectos, intento abrir empujando: primer resbalón.

El local está abarrotado de gente guapa. No son peluqueros, ni clientes. Solamente están allí porque son guapos. Caminan de un lado para otro, vestidos como para un sábado noche, sonriendo a todo el mundo, abrumándonos con su perfección. Música electrónica a todo volumen contribuye a agrandar la sensación de que uno se encuentra en una discoteca de moda y no en una peluquería.

Me recibe con una sonrisa en la cara uno de estos tíos buenísimos. Lleva gorra. Le pregunto si tiene un hueco para esa mañana. Me dice que sí y añade:

¿Qué querías?

No sé muy bien qué responder a esto. Teniendo en cuenta que a causa de la longitud de mi pelo empiezo a parecerme peligrosamente a Carles Puyol y que me encuentro dentro de una peluquería, parece lógico pensar que lo que yo quería era un corte de pelo y no que me lavaran el coche o que me dieran doscientos cincuenta gramos de jamón york, pero bueno, insisto que soy inexperto en el mundo del estilismo de gran altura, así que con una media sonrisa en la boca, respondo:

Cortarme el pelo. ¿Obvio? Quizás no.

El tipo de la gorrita guarda mi mochila en un armario y me coloca una especie de chaquetilla blanca que muy poco se parece al típico babero recoge-pelos que en otros establecimientos me habían colocado.

Segundos después, una atractivísima joven comienza a masajearme la cabeza con champú y agua caliente. Lo hace tan bien que estoy empezando a pensar que le gusto.

Una ligera vibración en mi pierna derecha interrumpe estos calenturientos pensamientos. Me llaman al móvil, pienso. Error. El móvil está en casa. Alucino al descubrir que lo que vibra es el asiento en sí mismo. Mientras la tía me acaricia la cabeza, el sillón me masajea el resto del cuerpo. Se trata, sin duda, de una situación peligrosa para una persona con escasas relaciones sexuales, reflexiono.

Todavía sentado, e intentando disimular mi ereccion, se me acerca de nuevo el chico de la gorra.

¿Cortado?, me dice.

Dudo unos instantes. ¿Aún no sabe lo que quiero?

Sí, si. Cortar el pelo, ya te lo he dicho, respondo. Segundo resbalón.

La chica de los masajes se ríe.

No, que si quieres un café: un cortado, aclara.

Acabo de quedar como un garrulo. Asustado, rechazo el café e intento borrar este episodio de mi memoria.

El pelo me lo corta un tío que está todavía más bueno que el de la gorra. Está tan bueno que me da hasta vergüenza mirarlo. Me hace un poquito la pelota y me hace un peinado rollito popero, palabras textuales.

Comentarios como ese, comienzan a hacerme desear salir de allí cuanto antes. Me dirijo a la entrada para pagar, donde sigue el chico de la gorra. Mientras saco la cartera, se me acerca y me dice en voz baja, casi cómplice, como de buen colega:

Te ha quedado de puta madre.

Me entran ganas de pegarle. ¿El curro de este tío cuál es? ¿Ser guapo, ofrecer cafés y fingir que le mola el peinado de los clientes? Le odio.

Pago y salgo. Me miro en el reflejo de un coche y me deshago rápidamente del rollito popero.

Maldigo a la ciencia por no haber sido capaz de inventar ya los robot-peluquero. ¿Dónde demonios iré la próxima vez?

2 comments:

Ramón said...

Sin duda la mejor historia de este blog!
Me meo!
Yo quiero conocer esa peluquería!
La gran pregunta es: cuánto te clavaron por todo eso???
Pensaba que lo ibas a decir!
Quizás lo cuente algún día en mi blog, pero la última vez que fui a cortarme el pelo fue en Madrid (traicionando a mi peluquero de siempre).
El peluquero me dice: Te ha cortado el pelo un amigo??
Yo me lo había cortado bastante unos días antes porque lo tenía muy largo, así que todo rojo le dije:
Más o menos. Y sonreí ruborizado.
El peluquero me suelta, sin conocerme de nada:
Lo que hacemos los tíos por un buen polvo.
Me quedé flipado!!
jajaja

Anonymous said...

jajajajaja, mnknta. wenisima historia! es real? n serio t hicieron todo eso? yo tb qiero!X)