Es invierno: llueve. Al llover, se moja el suelo. Al mojarse el suelo, se forman charcos.
Voy camino de la biblioteca, y llueve. No demasiado, pero molesta. Llevo una carpeta en la mano y la mochila al hombro. Voy deprisa, aunque no corro.
Para acercarse al edificio de la biblioteca hay que subir una rampa. Reduzco mi velocidad porque no quiero resbalarme.
Junto a la pared del edificio, hay gente cobijada, fumando. No hacen nada, sólo miran a la gente que se acerca, gente que se está mojando. Ellos no.
Para acceder a la entrada, hay que subir cuatro escaleras. Por motivos que desconozco, estas escaleras requerían ser fabricadas con el material más deslizante que existe sobre la faz de la Tierra.
Subo los cuatro escalones deprisa, sin pensar. Al llegar al cuarto, mi bota izquierda pierde súbitamente la adherencia y resbala. Mi centro de gravedad rota sobre sí mismo y me acerco muy peligrosamente al suelo con un ángulo de caída nada adecuado.
Durante una eterna centésima de segundo, mi vida pasa ante mis ojos.
Caigo: sobre un charco. Chafún.
- Cuidado. - oigo de fondo.
- Demasiado tarde para mí, amigo. - respondo mentalmente.
En milésimas de segundo, me incorporo y me comporto como si nada hubiera sucedido. En estos momentos, es posible que haya sufrido un traumatismo craneoencefálico severo o que tenga las dos piernas rotas, y aun así sea capaz de caminar. Lo prioritario es abandonar la escena del crimen lo más rápido posible, no la salud personal.
Ya en el edificio, entro en el primer cuarto de baño que encuentro y hago análisis de consecuencias (sin EFFECTS):
Daños materiales: carpeta y apuntes completamente empapados, irrecuperables. Mochila sucia y mojada.
Daños corporales: leve contusión en el glúteo. Arañazo en la mano.
Daños morales: incalculables.